LA MEDITACIóN TáNTRICA DE LA UNIDAD
La Meditación del Cielo y la Tierra y la Respiración de la Unidad
Por Drunvalo Melchizedek
http://www.drunvalo.net/
Traducción: Paloma Fernández Fernández.
artesyoficios@arnet.com.ar
Por Drunvalo Melchizedek
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Traducción: Paloma Fernández Fernández.
artesyoficios@arnet.com.ar
Esta meditación es tan vieja como la humanidad. Sin embargo, es tan importante hoy como lo era hace miles de años. Esta meditación, que tiene forma y dirección, tiene el propósito de conseguir que cualquier persona común experimente conscientemente la presencia de Dios. Dios siempre está presente en todas partes, pero a menudo los humanos lo olvidamos. Esta meditación nos permite recordarlo. La primera vez que experimente esta meditación fue hace seis o siete años, cuando estaba a punto de subir al escenario en una convención de la conciencia en Georgia, EE. UU. Estaba detrás del escenario, frente a un altar de meditación que alguien había montado para los oradores. Estaba meditando en silencio – sin pensar en nada – cuando de repente, salido de la nada, en mi visión interna se me apareció Sri Yukteswar, el gurú de Yogananda. Nunca lo había visto antes. Se me apareció tan real como la vida misma. Me dijo que había una meditación que debía conocer para lo que iba a hacer en el futuro. Después me explicó muy detalladamente lo que debía hacer para alcanzar el estado de conciencia al que llamó la “Respiración de la Unidad”. Después me miró fijamente a los ojos y me dijo que descartase el tema del que iba a hablar, que subiese al escenario y enseñase esta meditación. Después, desapareció.
He tenido muchas experiencias internas y, sin importar de dónde vengan, siempre las compruebo con mis guías interiores (mis ángeles) para ver si la información o la acción que se me pide es apropiada. Los ángeles me dejaron muy claro que esto era algo que iba a ser bueno para mí y para la Tierra; por lo tanto, hice lo que se me había dicho. Me dirigí al escenario sin haber probado la meditación. Me limité a dar las instrucciones y después, por primera vez, la experimenté en mí mismo. Quedé sorprendido por su simplicidad y, pese a ella, por el poder de sus resultados. Cambió mi vida y, sin saberlo, me preparó para mucho de lo que vino después. Asumí que esta meditación solo era conocida por los hindúes del linaje de Sri Yukteswar, pero pronto aprendí que mi presunción estaba lejos de la verdad. Viajé por el mundo, conocí muchas tribus indígenas y me encontré con que en casi todos los casos esas tribus conocían y utilizaban alguna versión de esta meditación. De hecho, lo que ahora me parece es que casi todas (y, posiblemente, sean todas) las tribus de la Tierra han usado o usan esta meditación de alguna forma.
Cada tribu tiene ligeras variaciones, pero siempre coinciden en su secuencia y resultado final. He visto usar esta meditación, con esas pequeñas variaciones, por los aborígenes de Australia, los maoríes de Nueva Zelanda, los zulúes de África, los indios nativos americanos hopis, taos y lakotas, los kahunas de Hawai, los esquimales de Alaska, los mayas de Yucatán y otros. Antes de iniciar cualquier ceremonia sagrada, realizan esta meditación. La única diferencia real entre las variaciones está en la manera en la que se conecta el que medita con el Padre Cielo o Padre Divino. Sri Yukteswar me pidió que, cuando me conectase con el Padre Divino, me conectase con las rejillas sagradas que rodean a la Tierra, siendo consciente de que esas rejillas sagradas están conectadas con Todo Lo Vivo en Todas Partes. Pero el concepto de la rejilla no es conocido por muchas tribus indígenas. Lo que hacen la mayoría de ellos es conectarse con nuestro sol, creyendo que éste está conectado con todos los demás soles y, finalmente, con Todo Lo Vivo en Todas Partes. Una tribu, los hopis, posee el concepto del Gran Sol Central, que es su conexión con Todo Lo Vivo en Todas Partes. Lo que creo y sé es que no importa con qué concepto nos conectemos. Nuestra intención es lo que importa. Por lo tanto, si se deciden a usar esta meditación, usen la conexión con el Padre Divino con la que mejor se sientan
La Meditación del Cielo y la Tierra
Las instrucciones que siguen han sido simplificadas para que cualquiera pueda hacerla.
Puedes estar viviendo en cualquier lugar de la Tierra. Sencillamente, busca un lugar cómodo y silencioso, sobre la propia Tierra a ser posible, y cierra los ojos.
1. Empieza a respirar rítmica y uniformemente (es decir, inspira tanto tiempo como expires). Relájate y deja que tus pensamientos cotidianos se vayan. Simplemente, limítate a seguir tu respiración.
2. Con tu visión interna, contempla alguna bella escena de la naturaleza. Lo que te parezca hermoso, ya sea las montañas, el desierto, el mar, es igual. Si por ejemplo son las montañas, puedes contemplar sus cimas cubiertas de nieve. Puedes dibujar ríos, árboles y animales, ver las nubes blancas flotando por el cielo. Respira el aire limpio y fresco de la montaña. Haz algo parecido con el tipo de lugar que hayas elegido, un lugar que le sea querido a tu corazón. Y, en él, siente el amor que tienes por la naturaleza y por la Madre Tierra. Deja que ese amor se haga cada vez más fuerte hasta que lo sientas en tu propio cuerpo.
3. Después toma ese amor que sientes por la Madre Tierra y colócalo en una pelota pequeña (de unos 5 cm tal vez) y, a través de tu intención, envía esa pelotita llena de tu amor hacia abajo, al centro de la Tierra.
Envíalo con la intención de que la Madre Tierra note el amor que sientes por ella. Después, espera.
4. Espera a que la Madre Tierra te devuelva Su amor. Siempre lo hará, porque eres Su hijo. Algunas personas lo sentirán de inmediato y a otras les costará un poco más. Es una experiencia muy real. No es una cosa intelectual No eres tú diciéndote a ti mismo: “Ahora estoy sintiendo el amor de Madre Tierra”. Cuando el amor de la Madre Tierra vuelva a ti, será tan dulce como en aquel tiempo en el que tu propia madre te miraba a los ojos cuando eras un bebé. Siente este amor y deja que recorra tu cuerpo. Deja que recorra cada célula de tu cuerpo. Deja que recorra incluso tu Cuerpo de Luz y todo lo que eres. Por un rato – tanto como desees – simplemente permanece en ese amor conectado, contigo en los brazos de la Madre Divina.
5. Cuando sientas que ha llegado el momento, sin romper tu conexión con la Madre Divina lleva tu atención al Padre Divino, ese resto de la creación que no es la Tierra. Con tu visión interna, contempla un cielo nocturno lleno de la multitud de estrellas de la Vía Láctea. Observa los planetas, el sol (que podría estar sobre el horizonte) y la luna. Mira la belleza de la Creación y nota el amor que sientes por el Padre Divino. Permite que ese amor se haga cada vez más fuerte hasta que estés a punto de romper a llorar de amor.
6. Y después, igual que hiciste con la Madre, reúne ese amor y ponlo en una pelotita y, con tu intención, envíalo a los Cielos. Puedes enviarla a las rejillas sagradas que rodean la Tierra, si las conoces, o al Sol Central, si sabes lo que significa. O, como hacen en muchos pueblos indígenas, envíala a tu propio sol. Tu intención es lo que cuenta. Y después, espera.
7. Como hiciste con la Madre, espera a que el Padre te devuelva Su amor. Siempre lo hará, porque eres Su hijo. Cuando sientas que ese amor vuelve a ti, deja que recorra tu cuerpo y todas tus células. Deja que recorra incluso tu Cuerpo de Luz y todo lo que eres. De nuevo, puedes permanecer en ese amor del Padre tanto como desees.
8. Sé consciente de que en este momento estás en el amor de la Madre y del Padre Divinos al mismo tiempo. Es extraordinariamente especial que un ser humano sienta esto. Y sé aún más consciente de que la Santísima Trinidad ya se está manifestando en la Tierra. La Madre Divina, el Padre Divino y tú, el Niño Divino, todos unidos por el Amor en un Triángulo Santo.
Según Yukteswar, sólo desde ese lugar sagrado de la Santísima Trinidad puede verse al Creador con tanta claridad y experimentarlo tan directamente.
9. Ahora, sin romper tus lazos de amor con tus Padres Divinos, simplemente deja que se sienta directamente la presencia de Dios. Deja que Dios entre y rodee tu cuerpo. Lo que pase ahora es entre Dios y tú. Confía en ti mismo, porque eres un Hijo de Dios. Cree en ti mismo, porque eres uno con la Fuente.
A partir de este punto, no hay palabras.
Que esta meditación sea una bendición para sus vidas y para todos los que toquen.